Salieron al escenario
frente a una gran expectación y no defraudaron. Los de Bristol
vinieron con el propósito de dejarnos con la boca abierta y lo
consiguieron. Acompañados de unos visuales de impacto, fueron
ejecutando una tras otra las canciones de su repertorio. Entre ellas,
sus éxitos más aclamados: Roads,
Glory Box o
Wandering stars, además de
algunos de los temas más potentes de su último disco, mucho más
electrónico que los anteriores.
Una
precisión fuera de lo común que hizo que no sonara ningún
instrumento más alto que otro, junto a una perfecta y sobrecogedora
voz de Beth Gibbons, mantuvieron al público sumido en un silencio
sepulcral que solo rompían para las aclamaciones al final de cada
canción.
Y
es que hubo momentos para todos los gustos, pasajes totalmente
instrumentales que lograban transportarte a otras atmósferas;
instantes en el que la intimidad y la cercanía eran tales, que
parecía que estuvieran haciendo un concierto particular para cada
uno de los asistentes; y para rematar, secuencias de imágenes
fusionadas a la perfección con la música que multiplicaban las
emociones.
Una
hora y media de concierto que pasó como si fueran cinco minutos. Una
puesta en escena firme pero sencilla, sin adulaciones, sin recrearse,
simplemente haciendo lo que mejor saben hacer.
PORTISHEAD demostró que, tras casi 20 años de carrera, siguen siendo unos de
los grandes del panorama musical actual.
2 comentarios:
Qué grandes.
Estuve alli too!
Grandes, gigantes.
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